Geoff Roes: Crónica de mi Iditarod Trail. 560km de carrera a través de Alaska.

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Geoff Roes ha ganado la Iditarod Trail Invitational 2012. Era su tercer intento en una carrera mítica de 560 kilómetros por los ríos, valles y montañas de Alaska. Un reto tan duro que hasta siendo alascano como el y uno de los mejores corredores de montaña del mundo, había abandonado en 2008 y 2009.

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Esta es la historia del tercer asalto, de su puño y letra. Publicada originalmente en inglés en Irunfar.com, autor y editor autorizaron a  Carrerasdemontana.com para realizar la traducción oficial al español. Un documento excepcional, seguro.

 

CRÓNICA DE MI IDITAROD TRAIL INVITATIONAL 2012, POR GEOFF ROES 

Al participar en la Iditarod Trail Invitational, mi principal objetivo era disfrutar y abrazar cualquier experiencia que el camino me ofreciera. Mi objetivo secundario era hacer todo lo que fuera necesario para completar las 350 millas (560km)  hasta la meta en McGrath. En dos intentos anteriores (’08 y ’09)  me había retirado sin haber llegado más allá de los primeros 240km. Esta vez tenía muchas ganas de empezar mucho más lento y acelerar si me sentía bien más adelante en carrera. Por lo tanto, en realidad me sentí aliviado cuando el día antes de la salida la meteo anunciaba: «Aviso de tormenta de nieve» y «10 a 15 centímetros de nieve fresca»  Pensé que casi que no me venía mal, todo lo que me ayudara a mantener mi plan de arranque lento, bienvenido era.

Día 1

Sin embargo, en la mañana de la salida había caído muy poca nieve fresca y los vientos estaban en calma. ¿Nos había pasado por alto la tormenta o sólo es que llegaba tarde? No teníamos forma de saberlo. Todo lo que podíamos hacer cuando a las 2 de la tarde el director de la carrera, dijo: «¡VAMOS!» era  comenzar nuestro viaje por la senda hacia lo desconocido.

Nunca tuve una respuesta a la pregunta, ¿Por qué estoy haciendo esta carrera? Supongo que en muchos sentidos estaba desconcertado respecto al por qué lo estaba haciendo;  como lo estaban muchas otras personas en carrera. Sólo sabía que tenía muchas ganas de hacerlo  y que esta vez iba a hacerlo «bien». Pero cuando llegamos al primer tramo de la ruta no estaba tan seguro. El camino estaba más blando que de costumbre y casi de inmediato mis tendones de las corvas y las caderas se sobrecargaron por hacer frente a la resistencia extra que supone tirar del trineo sobre nieve blanda. ¿Cómo diablos iba a arrastrar esta cosa durante 350 millas, si ya me estaba sintiendo bastante castigado durante unos pocos kilómetros por el camino?

 Travesía del Lago Knik, apenas unos minutos tras la salida. Foto: Geoff Roes

A medida que avanzaba hacia el oeste camino del río Susitna la nieve se hizo más suave y más profunda. Por pura cabezonería no me había puesto aún mis raquetas de nieve, pero finalmente alrededor de las 12 millas no tuve ya más remedio que hacerlo. Mirando hacia atrás, probablemente debí haber salido ya con ellas puestas. En los años buenos este camino puede ser tan firme que no usemos raquetas en absoluto hasta meta, pero esta vez nos las estábamos poniendo ya antes de completar los primeros 20 km.

Marchaba muy cerca de varios corredores, Tim Hewitt, Jegerlehner Beat, Ana Ver Hoef, Dave Johnston, Andrea Hambach, Frank Janssens, y Rick Freeman mientras luchaba realmente por encontrar cualquier tipo de ritmo. La oscuridad ya era plena para el momento en que llegamos al Lago Flathorn (20 millas) y sentía que no lo estaba haciendo bien. La nieve blanda nos hacía progresar muy despacio, mientras iba pensando por dentro si todo esto no era otra cosa que un gran error.  ¿Quizá estaba ridículamente poco preparado para este reto? Es curioso ahora el volver a pensar en esta parte de la carrera, porque luego resultó que estos primeros 20 kilómetros fueron de los mejores que tendríamos  en toda la carrera. Sin embargo, en ese momento yo estaba seguro que no lograría jamás completar la carrera,  a menos que la ruta mejorase pronto y rápido.

En vez de mejorar, sin embargo, el camino rápidamente se puso mucho peor. Empezó a nevar con fuerza mientras atravesábamos el Lago Flathorn y el viento aumentó lo suficiente como para que fuera casi imposible encontrar la traza. Buscamos un atajo que nos mantuviera fuera del lago y del viento, pero abandonamos después de perder 20 ó 30 minutos pateando con la nieve hasta la cintura. En el lago las cosas siguieron empeorando.  Abríamos huella pisando sobre 15 o 20 centímetros de nieve fresca y la visibilidad era tan pobre que con cada media docena de pasos tocaba parar y asegurarse de que todavía íbamos en la dirección correcta. En algún lugar en medio de esto nos encontramos con un solitario ciclista, Phil Hofstetter, que se dirigía de vuelta hacia el extremo oriental del lago. Cuando le preguntamos a dónde iba, dijo que puesto que la nieve era demasiado profunda para la bici y no podía progresar en ninguna otra dirección, había optado por seguir el único camino por el que podía avanzar, a pesar de que lo llevaba directamente de vuelta a donde comenzó la carrera 6 horas antes. Finalmente, gracias a las raquetas fuimos capaces de abrir huella y seguir hacia Dismal Swamp. En algún lugar, en medio de este caos que era el Lago Flathorn, comencé a sentirme mucho mejor. Mis caderas se estaban soltando por fin y empecé liberarme del estrés producido por lo lento que era el avance.

Pasamos las varias horas que quedaban de esa noche, hasta las 4 de la mañana, cubriendo tal vez  8 o 10 kilómetros más, quizá algo menos. Finalmente, nuestro grupo de «corredores», alcanzó a un grupo de una docena de ciclistas, y todos juntos empujamos hacia adelante a través de Dismal Swamp a un ritmo inferior a  2 kilómetros por hora (kmh). La nieve era tan profunda que llegué a cargar mi trineo a la espalda durante unas horas, una característica de mi trineo que había esperado no tener que usar nunca.  Cuando al fin paramos a vivaquear  durante unas pocas horas antes del amanecer,  habíamos cubierto unos 58 km en 15 horas, y a menos que alguna quitanieves llegara durante  la noche y despejara la ruta, las cosas probablemente aún irían a peor antes de empezar a mejorar.

Día 2

Lo sorprendente del segundo día fue que el avance resultó aún más lento que el primero. Arrancamos de nuevo alrededor de las 7 de la mañana, descendimos  al lecho del río Susitna, salimos del mismo a pocos kilómetros y nos dirigimos hacia el río Yentna. Todo el rato abriendo huella en una estrecha vereda a través de casi 75cm. de nieve virgen caída en las primeras 24 horas de la carrera. Nos turnamos a la cabeza y continuamos a paso de tortuga. A las 3 pm Tim y lo llegamos al albergue de Luce (83km), lo que significa que habíamos cubierto 25km en 8 horas ese día. Quería abstenerme de hacer cálculos así, pero no hacía falta mucha matemática real para entender que nos estábamos moviendo de forma ridículamente lenta.

Después de una hamburguesa, un sandwich, y algunas patatas fritas en Luce,  volví a la carrera y empujé río arriba hasta el primer control oficial de la carrera en la estación de Yentna (91km).  Durante unos pocos kilómetros de este tramo, el camino en realidad no era tan malo, pero aún así todo lo hice aún calzando las raquetas de nieve, y avanzando al paso, nada de correr. En mis dos intentos previos en esta carrera,  había podido correr durante el 80% del trayecto a la estación de Yentna. Este año apenas corrí unos 10 metros de esta sección de 91 kilómetros. A pesar de que eran sólo las 20:00 decidí que tenía que parar y dormir un poco en el puesto de control. Había estado en carrera ya durante 30 horas y sólo había dormido una. También sabía que si dormía durante 4 o 5 horas,  la pista podría estar en mejores condiciones cuando volviera a ella. La temperatura estaba bajando y con ello daba la sensación que el trazado podría estar mucho más firme en el futuro.

Día 3

Lo sorprendente del tercer día sin embargo, fue que el camino ¡Resultó aún más lento, una vez más! Mientras dormía en la estación de Yentna, los vientos se habían reavivado  y unos 75 centímetros de nieve fresca hacían inútil cualquier traza previa que pudiera haber existido. De vez en podía encontrar huella, pero en su mayor parte me tocaba abrirla y esta vez lo hacía en solitario. Tim había tirado hacia delante de noche, sin dormir en Yentna, pero todo el resto del pelotón estaba ahora detrás de mí, descansando para emprender el camino un par de horas después que yo.

Por alguna razón, según me arrastraba laboriosamente por el río Yentna  estaba en un gran estado de ánimo. Mi cuerpo se sentía mejor poco a poco, y comencé a encontrarle la gracia a todo el asunto. Estábamos a punto de cumplir las 48 horas de carrera y todos los ciclistas, que a menudo terminan las 350 millas (560km) en poco más de 72 horas, llevaban hasta ahora menos de 120 kilómetros.  Los competidores de a pie lo estábamos teniendo un poco más fácil que los ciclistas, pero no mucho. En 2008 ya había cubierto 240 km  en el  mismo tiempo en que  este año llevaba apenas 112 km. No estoy seguro del porqué, pero de alguna manera encontré mucho consuelo en este ritmo penosamente lento. Creo que parte de mí se sentía muy emocionado al saber que no habría atajos, que si realmente llegaba a la meta de McGrath iba a tener que partirme el culo para hacerlo, y que probablemente iba a ser necesario pelear por ahí durante varios días más de lo que yo había previsto. La idea que me movía era que la única cosa mejor que pasar 5 o 6 días dale que dale a través del desierto de Alaska con todo mi equipo de supervivencia en el remolque, sería….pasar unos días haciéndolo. O al menos esto es lo que me decía a mí mismo para que me ayudara a superar emocionalmente estos primeros días.

Y de alguna manera este bizarro enfoque  me estaba funcionando muy bien. Estaba en un gran estado de ánimo cuando llegué a Skwentna (control número 2, kilómetro 144) en algún momento a media tarde del tercer día.

Para mí, cuando  sales de Skwentna es cuando comienza realmente a asimilar lo salvaje de esta ruta. El camino deja el río Yentna y comienza a moverse a través de las colinas de Shell, serpentea a través de hermosos bosques y prados abiertos, con grandes montañas que asoman en la distancia. Al dejar Skwentna fue también el momento en que realmente comencé a saber que iba a terminar la carrera. No estoy seguro de porqué, pero por alguna razón sentí como todo mi miedo y la aprensión quedaban atrás a medida que ascendía las colinas. A cada paso que daba, me sentía cada vez más conectado a la ruta. A continuación, llegó la primera vez en que me puse a llorar incontrolablemente en pleno sendero camino, pero estaba lejos de ser la última.

 Día 3: Dejando Skwentna rumbo a las colinas de Shell. Foto: Geoff Roes

Día 4

Dormí unas pocas horas de la noche en el albergue del Lago Shell Lake (176km) y luego volví a la carrera alrededor de las 2 de la mañana, pensando que iría en marcha automática desde allí al Lago Finger (Control 3, 216km) para llegar poco después del amanecer. Una vez más, el camino no estaba tan bien como lo esperaba. La ruta estaba muy pesada y pegajosa,  en muchos lugares con montones acarreados por el viento. Se unía a esto el hecho de que no había dormido lo bastante en el Lago Shell. Mi esperanza era poder empujar durante el día tirando de esas pocas horas de sueño, para completar el tramo hasta el paso Rainy (264km), llegando no demasiado tiempo después del anochecer y poder lograr así otras 5 o 6 horas de sueño antes de volver a la pista más allá del puerto al día siguiente.  Esa era mi esperanza.

Vuelta a la realidad: A las 5 de la mañana me estaba quedando dormido mientras caminaba lentamente por el sendero. Me dije que si tan sólo pudiera aguantar así hasta el amanecer , eso me animaría. Pasé a Tim, que había decidido vivaquear tirado al borde de la pista. Sabía que tenía que hacer lo mismo, pero estaba siendo terco. Por último, comenzó a clarear y en vez de animarme encima me sentí aún más cansado. No tenía más remedio que parar. Iba dando tumbos de lado a lado con muy poco avance hacia adelante cuando por fin tiré de saco de dormir y me tumbé durante una hora. Cuando luego empaqué mis cosas para emprender el camino, el único esquiador aún en carrera, Andreas, llegó esquiando junto a mí y asumió así el liderato general de la carrera. Tim vivaqueaba todavía cosa de una milla atrás y todos los ciclistas o bien habían abandonado la carrera o marchaban varias horas detrás de nosotros, empujando sus bicicletas lentamente a lo largo del camino.

Cuando finalmente alcancé el puesto de control del Lago Finger a mediodía,  estaba hecho un desastre. Mis tobillos dolían, necesitaba descansar.  Estaba loco por comer y abatido por el desgaste de carrera. Tan sólo 15 horas antes había tenido esta gran explosión de emociones y confianza, convencido de que iba a terminar la carrera y ahora era un desastre total, no estaba seguro de nada. Entré en el puesto de control y me senté con la cabeza sobre la mesa. Necesitaba llorar, pero me daba vergüenza hacerlo delante de otras personas (al  final de la carrera ya no me importaría más mínimo hacerlo). Me trajeron un plato gigante de arroz, frijoles, pollo y tortillas que me comí en cuestión de segundos y pedí otra ración. Mientras comía vacié la basura de los bolsillos de mi chaqueta y encontré una hoja de papel de cuaderno: La saqué y vi un dibujo de Elle y una nota de Corlé. La oportunidad de esa aparición fue asombrosa. Estaba teniendo el momento más duro en toda la carrera cuando descubrí esa nota que mi familia había dejado en un bolsillo para mí antes de tomar la salida. Por supuesto, volví  a llorar. Luego, descansé.

 Control Lago Finger: Gran esfuerzo para posar mejor de lo que me siento. Foto: Geoff Roes

No podía dormir (un problema mío habitual en las carreras de varios días), pero me tomé todo el tiempo necesario para atender a mis pies pues mis tobillos necesitan un vendaje, organizar y secar todo mi equipo y más que nada recuperarme emocionalmente para volver al camino. Es una pena pasar 5 horas en un puesto de control y no conciliar el sueño, pero en este caso necesitaba cada minuto de este tiempo sólo para reunir el coraje que me permitiera dar un paso más camino adelante. Por último, alrededor de las 5 de la tarde me sentí como si estuviera listo. No estaba del todo seguro, pero por lo menos sí me sentía dispuesto a darle una oportunidad. Mi plan revisado era empujar  hacia adelante por unas horas y luego tirar de funda de vivac durante 5 o 6 horas para tratar de conciliar un poco el sueño que no había conseguido en las últimas 24 horas. Este fue al fin un caso en el que fui capaz de mantener mi plan perfectamente. Avancé alrededor de 4 horas por el sendero que todavía estaba bastante miserable, cubierto por una gran cantidad de nieve,  y finalmente pasé a Andreas y alcancé a Tim, quienes habían salido del lago Finger un poco antes que yo. Andreas había parado para vivaquear y  luchaba con un brazo herido de gravedad (más tarde tendría que abandonar en el albergue del paso Rainy), y cuando llegué hasta Tim decidimos vivaquear allí juntos. En este punto de la carrera era ya obvio que Tim y yo probablemente estaríamos uno alrededor del otro durante la mayor parte de la carrera.

Por lo general me muevo más rápido que él, mientras estábamos avanzando, pero con el camino tan áspero en algunos puntos la diferencia era muy pequeña. Cada vez que yo lograba abrir brecha sobre él avanzando, lograba remontar luego al ser mucho más eficiente con su tiempo de paradas. Tim es probablemente el humano con mayor numero de millas viajadas por sus propias fuerzas en la Iditarod. Decir que tenía todas las rutinas de las cosas muy medidas y perfectamente encajadas sería quedarse corto. Fue en algún lugar en torno a esta funda de vivac al final del cuarto día cuando empecé a darme cuenta de lo afortunada que era por compartir tanto tiempo de carrera con Tim. Empecé a estudiar todo lo que hacía con un gran interés, ya que poco a poco me di cuenta de que cada acción tenía un propósito y un beneficio claro para ayudarle a conseguir  llegar un poco más cerca del final.

Día 5

Por todo ello no fue ninguna sorpresa cuando me desperté, después de 5 horas para emprender el camino, el darme cuenta  que Tim ya se había ido. Yo estaba muy contento con esto, sin embargo. Realmente necesitaba el sueño y sabía que podía ponerme a la par con él con bastante facilidad en este tramo montañoso de la pista de subiendo al albergue del paso Rainy. Además, según estaba empacando para volver a la carrera, Andreas y dos corredores a pie (Anne y Rick) pasaron junto a mí, y otro corredor de a pie (Frank) lo había hecho durante la noche. Fue muy agradable volver al camino con otros corredores muy cerca. Después de la mañana del día anterior trastabillando en solitario por el Lago Finger, consideré tranquilizador tener algo de compañía.

Cinco horas de sueño son, sin embargo, mucho más que dos  y casi de inmediato supe que no iba a tener ningún obstáculo esa mañana. Me sentía muy bien y en pocos minutos pasé a Ana, Ricardo y Frank (vivaquearon) y un rato después tambien a Andreas. En algún lugar de aquí pasé por los Happy River Steps, que era el punto más lejano  al que había llegado en carrera en años anteriores. Reconocí el lugar exacto donde me había dado la vuelta en 2008, y no pude dejar de llorar al superarlo. Estaba más adelante del Iditarod Trail de lo que nunca había estado y me sentía muy bien. En algún momento del final de la mañana me reuní con Tim y Andrea, que para entonces ya nos había atrapado de nuevo a nosotros, ya que éste era un tramo muy rápido para el esquí. También era el mejor segmento para avanzar a pie que habíamos tenido durante toda la carrera. Estábamos todavía progresando con raquetas de nieve, pero en realidad se podría marcar un cierto ritmo y moverse casi hasta los 7kmh.

Andreas, Tim y yo llegamos al albergue del paso Rainy  (Control 4, kilómetro 264) a menos de 30 minutos el uno del otro. Mientras  Tim y yo nos preparábamos para  seguir carrera viaje a través del puerto, Andreas decidió parar aquí ya que se había caído y se dañó el brazo bastante seriamente en en Lago Flathorn, 232 kilómetros atrás. Esta carrera atrae a algunos individuos realmente duros: Andreas había esquiado con un solo brazo durante 4 días. Y no estamos hablando de una lesión menor. Estoy bastante seguro de que estaba roto.

Como era habitual Tim dejó el puesto de control cerca de una hora antes, pero yo sentía que necesitaba esa hora extra con los pies en alto para que la energía volviera a mí y poder asaltar luego el puerto, y el descenso siguiente hacia Rohn antes de dormir otra vez. El sendero a la salida del control estaba bien para un rato y luego se convirtió en algo casi cómico. El viento había hecho de las suyas aquí también, y dejó a su paso algunas líneas de sastrugi increíblemente duras. Lo gracioso no era tanto la superficie en sí, sinop que la luz era tan plana que no podía ver sobre qué estaba caminando. Muchas veces me encontré cayéndome de salientes de más de medio metro sin tener ni idea de que estaban allí. A veces me arrastraba a cuatro patas para poder sentir lo que estaba debajo de mí. Era tan difícil y absurdo que era divertido. Y así caminando,  arrastrándome, y avanzando a mi manera hacia arriba, llegué al fin al puerto.

Finalmente la pista iba un poco mejor y había mejorado la luz. Seguí ascendiendo todo el tiempo. Todavía me sentía bien y tiré duro para tratar de llegar al paso al anochecer. Tan pronto como llegué a la parte superior se levantaron las nubes y salió la luna. El aire quedó muy quieto y seco, por lo que me sentí como si acabara de entrar en un mundo nuevo. Había montañas por todas partes y eran en verdad grandes montañas. La luz de la luna era tan brillante que podía avanzar sin frontal. Pude ver la luz de Tim más adelante cuando comencé a bajar por el lado norte de la Cordillera de Alaska. La luna iluminaba las montañas y me recordó la sensación de estar en un cañón en el sur de Utah, en una noche blanca. Resumiendo, era uno de los lugares más hermosos en que jamás había estado. Y así volví a llorar. Me encontré a Tim y decidió pararse para atender  algunas ampollas, arreglar un bastón roto y tal vez dormir unas pocas horas. Por mi lado, opté por lanzarme directo hasta Rohn.

La carrera hasta Rohn fue impresionante. De hecho, corrí la mayor parte de esta sección, e incluso ¡fuí capaz de quitarme las raquetas de nieve en los últimos kilómetros! Llegué al punto de control de Rohn (336km) justo a medianoche y estaba animadísimo. Me hallaba en uno de los lugares más hermosos que jamás había pisado, era líder absoluto de la carrera – algo que ningún corredor a pie había hecho jamás hasta este punto- y me sentía muy bien cuando llegué al punto de reunión con Bill y Rob en el puesto de control. Hasta Rohn los puestos de control están a cargo de propietarios de albergues situados en la Iditarod Trail. Todos ellos son muy generosos y muy serviciales, pero en su mayor parte tienen muy poca idea o interés en lo que está pasando ahí afuera en carrera. Bill y Rob, por el contrario, no sólo lo entendían sino que estaban ansiosos por escuchar lo que había pasado hasta ese momento. Yo rajaba sin parar, contándoles todo lo que querían saber  y disfruté cada minuto de charla. Esa noche en Rohn fue una de las veladas más satisfactorias que uno podría esperar. Ojalá pudiera hacer que momentos así duraran para siempre.

Día 6

Me puse a patear de nuevo el camino alrededor de las 7 de la mañana, después de haber dormido sólo 2 o 3 horas. Se podría pensar que malgasté 7 horas en un puesto de control  si todo lo que pude conseguir fueron esas 2 o 3 horas de sueño, pero no es el caso. Me costaba una eternidad el lograr organizar mis cosas y cuando finalmente me acostaba a dormir me llevaría una hora o más conciliar el sueño. En este punto me estaba moviendo hacia la meta tras 5 días ininterrumpidos en carrera y sólo había dormido un total de 15 o 16 horas. Esto es más de lo que muchas personas tratan de dormir en este tipo de eventos, pero creo que a mí me va mejor si me concentro en un avance rápido y un descanso más largo, pero este reposo simplemente no es tan beneficioso si en realidad no logro dormir.

Sin embargo, me sentí bien durante los primeros kilómetros tras salir de Rohn, pero luego poco a poco me empecé a darse cuenta de que tenía una desesperada necesidad de más descanso. Me sentía como dos días antes tratando de llegar a Finger Lake y era obvio que sólo iba a empeorar hasta que lograra dormir. Así que 3 horas después de abandonar el puesto de control donde me parado durante 7 horas, tuve que parar y sacar mi funda de vivac a las 10 de la mañana. Esto fue muy frustrante para mí en ese momento, tanto es así que según me metí en mi saco todavía no podía dormir de pura frustración por lo mucho que necesitaba dormir.  Paré allí 3 horas, pero probablemente no logré más de 20 minutos de sueño real. En este momento Pete Basinger y Phil cruzaron por delante de mí en sus bicicletas. Nunca pensé que Phil estaría en esta posición cuando lo vi tan desinflado que la primera noche en el lago Flathorn. Siempre supe que era sólo cuestión de tiempo antes de que los ciclistas lograran recuperar el tiempo perdido y hacerse cargo del liderato de la carrera. Además, según estaba empacando para emprender el camino, Tim pasó de largo tambien. Parecía muy cansado, pero fiel a su estilo, seguía dale que dale hacia delante.

Mirando hacia atrás en la cordillera de Alaska en algún lugar al norte de Rohn. Foto: Geoff Roes

Al salir de Rohn a las 7 de la mañana había tenido la débil esperanza de que si el camino era muy bueno, tal vez podría seguir adelante hasta llegar a Nikolai (casi 150km más allá de Rohn) del tirón. Sabía que era una especie de tiro largo, pero con el sendero en buenas condiciones sería posible. Después de un vivac de 3 horas en las que realmente no había conciliado el sueño, esto ya no era una opción. Pero por lo menos el camino era bueno. ¿Quizá podría sacar al final un día decente tras todo esto? Ni hablar. El camino no siguió bien por mucho tiempo. Se puso blando y lento. Ahora estábamos en la cordillera de Alaska, donde las cosas son mucho más secas y más frías.

La nieve era como papel de lija, y arrastrar mi trineo sobre el suelo costaba mucho más que sólo un día antes. Además, mis tobillos todavía me molestaban un poco. En alguna parte alrededor de los Lagos Farewell (368km), descubrí que al correr mis tobillos se soltaban y me sentí mucho mejor. El problema era que la superficie no era todavía muy propicia para correr. Corrí de todos modos. Fue lo más lento que haya corrido jamás, pues cualquier ritmo más rápido hubiera requerido una cantidad de energía insostenible. En algún lugar por aquí alcancé a Tim de nuevo y le pasé.

Unas horas más tarde estaba demasiado cansado para continuar más allá, así que me detuve cerca de un lugar llamado Campo Buffalo Camp (400km) alrededor de la medianoche y directo a la funda de vivac. Tim se unió a mí un poco despues y pasamos la noche juntos. Esta vez creo que necesitaba descansar un poco más de lo habitual, así que decidimos emprender el camino juntos en 4 o 5 horas. Yo había cubierto apenas la mitad del kilometraje de lo que había esperado ese día, pero a estas alturas ya asumía más fácilmente estos errores de cálculo. Casi todos los días nos enterábamos por alguien que la pista estaba realmente bien más adelante, y cada vez comprobábamos luego que estaban equivocados. Me llevó 6 días, pero ahora ya no me importaba la cantidad de terreno que cubrir en un día. Simplemente avanzaba por el sendero hasta que estaba demasiado cansado para mantenerme en movimiento y luego me paraba a descansar. Si el terreno  me permitía hacer 120 o 40 kilómetros, no me suponía en realidad una diferencia. O eso creía yo.

Día 7

Y entonces llegó el séptimo día, del campo Buffalo a Nikolai (480km). El sendero parecía decente, pero por alguna razón que nos llevaba siempre a llegar a ninguna parte. Pensé que solo había 50km del campo Buffalo a Nikolai, pero en realidad está más cerca de 72. Únase a esto la pista lenta y se convirtió en el día más difícil de la carrera para mí. No podía decir si era el camino, o mi cuerpo o algo más, pero no podía cubrir un espacio decente. La sensación era como si nos estuviéramos moviendo bastante rápido, pero no llegábamos a ningún lado. Tim y yo viajamos juntos la mayor parte del día, dado que yo no podía ir más deprisa. En retrospectiva, creo que la nieve era tan fría y seca que suponía demasiado arrastre como para poder ir más rápido. Cuando traté de empujar más duro, en cuestión de segundos pude sentir que estaba usando demasiada energía y tuve que reducir el consumo. Y así seguimos avanzando laboriosamente. En algún momento de la puesta de sol llegamos al puesto de control de Nikolai. Me sentí miserablemente la mayor parte de ese día. Por tanto decidí que no importaba lo tentadora que pudiera ser una parada rápida para volver de inmediato a la pista y asaltar las últimas 83 millas sin dormir. Yo me iba a quedar a dormir 5 horas en Nikolai, para aumentar mis posibilidades de terminar la carrera sintiendome algo mejor que una ruina humana.

Después de una hora en Nikolai, Tim decidió que iba a emprender el camino y vivaquear por el camino en vez de dormir en el puesto de control. Tal vez salió de allí con la esperanza de tener la energía necesaria para empujar toda la noche hasta llegar a McGrath, pero en ese momento yo no estaba pensando mucho en esto como una carrera. Tim y yo habíamos viajado 480 kilómetros juntos, cada uno de nosotros se movía más rápido debido a la influencia del otro. Habíamos hecho un gran equipo y si el tenía dentro la fuerza para empujar todo el camino hasta el final en un solo arreón,  habría estado súper contento por él. Y super impresionado.

Día 8

Así que me mantuve fiel a mi plan. Dormí durante 5 horas y luego emprendí camino a las 2 de la madrugada. El camino era bueno. Ya no tenía necesidad de raquetas de nieve y era capaz de correr. Me sentía como que estaba haciendo  casi hasta 10kmh, pero hacía tanto frío que era improbable que mi trineo me permitiera ir tan rápido. Cuando me fui de Nikolai estábamos a -29ºC, y podía sentir que cada vez más frío por momentos. Me puse más ropa y seguí adelante. Por delante de mí marchaban 3 ciclistas y Tim. Empecé a ver signos de la lucha de cada viajero. Un montón de paradas; marcas del cuerpo en la nieve con un montón de huellas junto a las bicicletas en puntos que deberían haber sido ciclables y con el tiempo una marca de colchoneta para dormir justo al lado de la pista. Y luego otra. Alguien había vivaqueado al menos dos veces por aquí en las últimas 5 horas. Y entonces me encontré con Tim descandando al borde de la pista. Lo desperté para tratar de que retomara el camino conmigo. Me dijo que estaba demasiado cansado para moverse, pero tambien demasiado frío para dormir. Miré a mi termómetro, había hecho  tocado fondo en el -37ºC. Más tarde me enteré de que llegaron a los 40 bajo cero esa noche en McGrath, lo que significa que probablemente en ese momento andábamos cerca del -46ºC en los ríos donde estábamos. Y ahí se quedó Tim tirado solo junto a la pista en su saco de dormir, aparentemente ajeno a lo absurdo de la situación. Supongo que cuando uno ha hecho esto cientos de veces a lo mejor deja de ser absurdo. Ser testigo de lo cómodo y capaz que es Tim de manejar unas condiciones tan duras fue algo de veras especial.

Después de haber confirmado que se sentía seguro y no necesita ninguna ayuda,  seguí en ruta. Y seguí corriendo. Mis tobillos seguían sueltos siempre y cuando corriera, aunque lo hacía a menos de 7kmh en ocasiones. Cuando salió el sol la temperatura parecía caer aún más. Recuerdo un lugar en el que me sentía significativamente más frío que en cualquier otro lugar anterior, a pesar de que el termómetro llevaba bloqueado en el fondo 5 o 6 horas. Quién sabe, tal vez en ese lugar fue de  hasta -51ºC – más de 50 grados por debajo  del segundo día de la carrera, cuando las temperaturas llegaron a subir por encima de cero y acercarse incluso a los 5ºC . Lo sorprendente fue que me mantuve completamente caliente. Pese a todo, bajo semejante frío es difícil conseguir ingerir suficiente alimentos y agua por lo que estaba haciendo lo mejor para estar al tanto de ello, consciente de que yo también estaba cada vez más cerca de quedarme sin comida y agua.

       Amanecer a -40ºC del último día, menos de 20km a meta. Foto: Geoff Roes

Al final del día la temperatura subió hasta cerca de -32ºC y llegué a la carretera de hielo, que representa los últimos 20 kilómetros de carrera. Este fue otro de los puntos de llanto. ¡Dios mío! Lo había hecho. Iba a hacerlo. En mi mente yo ya lo había hecho. Pero por supuesto, 20 kilómetros de carretera arrastrando un trineo de 16 kilos es todavía algo condenadamente duro. Para hacerlo aún peor es el camino tenía marcadores de cada milla a lo largo de toda esta sección. Pensé que estaba haciendo alrededor de 10kmh. En realidad eran apenas 8kmh  y encima no era sostenible. Me quedé sin comida y agua. Mi ritmo cayó aún más. Seguía en marcha. Me sentía como si estuviera corriendo rápido, pero 6,4kmh es poco más que una marcha sostenida por un camino como éste. Con alrededor de 15 kilómetros a meta, decidí que alternaría: Un kilómetro y medio corriendo duro y luego otro igual de recuperación.

Esto funcionó apenas 3km, pero en el kilómetro 11, cuando me puse a correr una duro de nuevo, tuve que parar después de 30 segundos. Yo estaba completamente apajarado y aún tenía que seguir al menos 100 minutos más. Imagino que lo más apropiado era efectivamente padecer un final  tan duro como este. Hubiera sido un poco raro si  hubiera terminado de otra manera. Finalmente lo hice. Incluso corrí todo el tramo hasta meta, pero al final dudo que estuviera corriendo más rápido de 4kmh. Fue patético y fue increíble. Lloré mucho. Y entonces me encontré en la  recta de entrada de Peter y Tracey Schneiderheinze, la línea de meta más grande que te puedas imaginar. Las palabras no bastan para describir lo increíbles que son Peter y Tracey, tendrás que hacer esta carrera para descubrirlo por ti mismo.

Hecho

Al cabo, había terminado en menos de una semana completa y no dejé nada en reserva por ahí. No podía haber seguido un día más. En los días desde que terminé he dedicado mis mejores esfuerzos para tratar de reintegrarme de nuevo en mi vida «normal», pero se necesita un tiempo después de hacer algo como esto para sentir que el mundo que ya conocía antes es el mismo mundo que todavía existe. Pasará aún algún tiempo antes de que sea de veras capaz de poner toda la experiencia en perspectiva, pero esta prueba ha sido sin duda aún más épica de lo que yo nunca pude imaginar.

La satisfacción por completarla es sin duda la mayor que he tenido en mi vida a partir de un esfuerzo físico,  pero además lo físico es tan solo una parte muy pequeña de este empeño. Al ganar la prueba a  pie de esta carrera me he ganado un dorsal garantizado para el año que viene. Varias personas me han preguntado si tengo la intención de utilizarlo. Ahora mismo no tengo ni idea. La idea de hacer esta carrera una vez más, me  parece ahora completamente aterradora , pero a la vez la idea de no hacerlo de nuevo la siento como una oportunidad perdida para experimentar algo tan grande y profundo. Lo bueno es que no tengo que decidirlo pronto.

[Nota de Bryon Powell: Geoff Roes ha publicado algunos videos de la odisea, así como su comida y la lista de material empleada en carrera]

Jill Homer sobrevoló la carrera para fotografiarla desde una avioneta Cessna y lograr esta fantástica galería sobre la pequeñez del corredor en la inmensa Alaska. 

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AGRADECIMIENTOS

Geoff Roes  es uno de los corredores de montaña de referencia en el mundo. Es conocido en España sobre todo a partir de su victoria en la Western States 2010 sobre Krupicka y Jornet. Tienen numerosos record s en varias Carreras de ultrafondo en montaña, incluyendo las cienmilleras de Western States y Wasatch.  Sus principales sponsors son MontrailClifDrymaxUdo’s OilRyders EyewearAtlas Snowshoes, y Petzl  Puedes leer más sobre sus correrías en su blog Fumbling Towards Endurance  y tambien participar con el en sus Alaska Mountain Ultrarunning Camps

Irunfar.com, editado por Bryon Powell es desde hace años el blog estadounidense de referencia en el mundillo del trail running.

Tanto a Geoff como a Bryon queremos agradecerles su atención y su autorización a Carrerasdemontana.com para realizar la traducción oficial al español de la odisea de Geoff en la Iditarod Trail 2012. Son  gentes como ellos las que hacen de las carreras por montaña mucho más que un deporte. 

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Info redactada por Mayayo para Carrerasdemontana.com